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Gritos y susurros. Cinco medidas para encauzar el mal llamado “problema catalán” ¿Nos apoyamos en el intelecto y la cultura?

Juan Genovés – El abrazo

Parece que no aprendemos. Tanto lo parece que probablemente nuestra recalcitrante tendencia a convertir cada problema en una partida de mus esté cosida ya a nuestro ADN y haya que aceptarla hasta con cariño/resignación. Si a esa tendencia se le suma la indubitada de gritar, para todo, el lío en la familia está armado.

Y lo que precisamente requiere esta cuestión, este contencioso, es actitud y olvido.

Olvido de agravios, en primer lugar. Los agravios son constructos la mayor parte de las veces justificatorios de posiciones de prejuicio. Las sociedades no hieren a las sociedades, son personas de esas sociedades las que pueden intentar herir a otras personas o sensibilidades, y a veces lo consiguen. El odio, el desprecio, la manipulación, por muy alta posición social que se ocupe, nunca debe hacernos olvidar que solo representa el odio, el desprecio, el afán manipulador del protagonista, habitualmente para obtener más poder o para ocultar alguna vergüenza. Esto respecto al olvido.

Requiere una actitud, en segundo lugar, de resolución y no de agudización del conflicto. Una actitud innovadora que nos acerque a la solución del problema, y si ésta no es posible, a la convivencia amable y educada con él. Una actitud de escucha, de atención sincera a las razones ajenas. Una escucha que no niegue los contenciosos, sino que los reconozca y los aborde desde la mutua comprensión, no desde el mando, el odio o el rencor. No es fácil escuchar: requiere desnudarse de prejuicios, reconocer diferencias que pueden no gustar, reconocer que podemos estar equivocados, reconocer que el otro forma parte de la solución. Sea cual sea la solución.

Y ahora la humildísima propuesta para abordar este lío; lío, que, si miramos a derecha e izquierda, arriba y abajo del mundo, es un pequeño lío, que engordamos y sentimos grande porque es “nuestro” lío. De verdad, para lío lío, Oriente Medio, África subsahariana, el de los kurdos, el de Irak, el de la salud del planeta, el de Filipinas o el de Estados Unidos… Desde nuestro diminuto lugar del mapa, deberíamos encontrar fácilmente el clima para el re-encuentro, el encuentro para el debate, el debate para buscar las soluciones. Es la primera vez en la historia de España que, dotados de una legalidad democrática indiscutible (aunque tenga fallas), podemos abordar cualquier cuestión y resolverla al gusto de grandes mayorías. Digo grandes mayorías, no exiguas mayorías, mitades, o fragmentos.

La primera medida, imperiosa, es desinflamar. No me gusta la terminología médica en el ámbito social, pero no se me ocurre un palabro que exprese mejor la necesidad de bajar el volumen, la exaltación inútil, las amenazas; desterrar el quien es más fuerte o es capaz de molestar más a la otra parte. Desinflamar es bajar la tensión: no llevar los problemas fuera de las fronteras o a instancias internacionales ni tildar de dictadura represora a España; mandar a los gritones al banquillo; bajar la voz. Incluso callar durante un tiempo.

Esa es precisamente la segunda medida: tiempo. Este conflicto necesita tiempo de calma para que las partes y las personas redimensionen el conjunto. Necesita parar el reloj, detener la partida. Con toda seguridad el tiempo ayudará a reducir la proporción del problema. En las condiciones en que vive la inmensa mayoría de las personas, disfrutar del día a día sin que la sensación de responsabilidad histórica las atenace, ayudará a creer que es posible la solución, el entendimiento.

En tercer lugar, es necesario que todos asumamos un mismo y único concepto de democracia que incluye como dos caras de una sola moneda libertad y ley. Con una cara sin la otra se pone en grave riesgo la democracia, el gobierno de las mayorías. Esto significa que las urnas y las votaciones populares y la acción parlamentaria tienen que someterse a la ley (no todo se puede votar, no de cualquier manera, no con cualquier mayoría); significa que la ley no se puede emplear como arma amenazante, sino como garantía de que todos pueden jugar. Juego en el que las leyes incluso, pueden ser cambiadas. Esto requiere una declaración lo más formal posible de las partes: unos, con el compromiso de no volver a saltarse las leyes (“lo volveremos a hacer”); los otros, con el compromiso de aceptar cambios oportunos para encontrar el acomodo a esa parte notable de catalanes que hoy no están a gusto, lo que inevitablemente significa cambios constitucionales si una mayoría cualificada los demanda consistentemente.  Y, por favor, seamos serios, no la mitad más uno ni más dos. Resolvamos lo que podemos resolver, que seguro no será todo.

En cuarto lugar, los partidos con más responsabilidades, deben promover ya medidas de gobierno concretas que estimulen el sentimiento de que la solución es posible, que expresen públicamente que algo puede cambiar. En eso, los medios de comunicación públicos, en Cataluña y en Madrid, han de asumir una alta responsabilidad en el lenguaje, en el tono y el peso de noticias, en la asunción de que la cultura común debe tener su espacio, en el tiempo que la cultura catalana -y todas las lenguas y culturas de España merecen en los medios. Que se produzca ese tipo de cambios alentará la credibilidad de un proceso que sin duda será largo.

El llamado problema catalán no es de los catalanes, ni de los españoles. Es de personas que tienden a interpretar al “otro” en las relaciones sociales y políticas como enemigo o al menos como a alguien al que derrotar. Los líderes deben hacer autocrítica y superar prejuicios.

La última medida que propongo es que la cultura, el arte, el pensamiento asuman una humilde responsabilidad en la reconducción de esta cuestión. Un grupo de trabajo formado por intelectuales indiscutidos y conciliadores debería poder estudiar y resituar este conflicto y la propuesta de un camino hacia la solución. De ellos/ellas debería esperarse que en silencio y sin luces distorsionadoras pudieran sugerir al menos una interpretación abierta, comprensiva y compartida de cómo hemos llegado hasta aquí. Y con ella, un atisbo de luz.

Tres o cuatro años para todo esto no es demasiado tiempo ni demasiado poco. Hay que tomar la sentencia del Tribunal Supremo en este sentido como un punto de partida. La salida de la cárcel de los políticos encarcelados, muy próxima ya, también aportará sosiego al sosiego necesario.

Epílogo

La cultura tiene mucho que decir. La cultura en versión antropológica, entendida como el conjunto de rasgos sociales configuradores de modelos, puede hacer mucho, porque quienes habitamos en esta parte ibérica del mundo tenemos escasas diferencias entre nosotros más allá de barretinas o txapelas, más allá de flamencos, jotas, isas o muñeiras. A menos que las lenguas, por encima de las personas, exijan ineluctablemente constituir a quienes las hablan en ciudadanos de un estado independiente. Sabernos partícipes de una cultura similar, promover la comprensión y la aceptación de la diferencia, sí eso que les decimos a los niños, es más importante para hallar la salida que los partidos y las ideologías. Y la cultura en versión arte, también. Porque nuestros grandes referentes artísticos son los mismos, porque el entramado creativo es más rico con diferencias, porque en Madrid nos gusta La Cubana y en Barcelona Almodóvar. Porque somos más fuertes si compartimos más. Pues eso.                                                                

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San Sebastián International Film Festival. La magia del cine.

Público festival de Cine de San Sebastián

Es maravilloso ver cine último, nacional o internacional, ese que todavía nadie ha visto y en el que predomina la sorpresa. Tienes la íntima conciencia del privilegio, de la degustación primera, del primer aplauso o giro de la espalda…, y con los protagonistas artísticos presentes.

Pero, además, el San Sebastián Internacional Film Festival, que se celebra en el mejor de los escenarios posibles en nuestro país, tiene una diversidad de oferta verdaderamente enriquecedora para artistas y espectadores. Las secciones de Perlak,  Horizontes latinos, Zabaltegi, Nuevos directores, Culinary Zinema o Made in Spain, además de otras muchas y de la Sección oficial, permiten en ese maratón gozar de una visión global del año como solo la proporcionan los grandes festivales.

Las cifras hablan de un enorme acontecimiento social y cultural dirigido por José Luis Rebordinos: además de los 4.144 acreditados, acudieron a los pases un total de 175.011 espectadores, prácticamente los mismos habitantes de la ciudad (¡¡¡Como si en un festival similar en Madrid hubieran acudido cerca de cuatro millones de espectadores!!!). Público que corría de unas proyecciones y salas a otras, público que las llenaba y que permanecía a escuchar y participar en los debates posteriores. La ciudad “huele” a cine, a cine en sala acompañado en la intimidad de la negrura. Qué bien.

Yo acudí, en el papel de Secretario General de la Academia de las Artes Escénicas a ver, sobre todo, la sección de cine que acoge las últimas películas españolas, y constaté el alto nivel artístico general, el excelente momento de forma de nuestro cine, incluido el que se rueda en catalán y en euskera. Bravo.

Aunque lo amo no soy de este gremio, sino del teatral, y el objetivo era ver los trabajos de interpretación de esa multitud de actores y actrices, -también directores- que compaginan el trabajo sobre los escenarios y sobre los platós: Emma Suárez, Daniel Sánchez Arévalo, Nacho Sánchez, David Verdaguer, María Rodríguez, Eduard Fernández, Ramón Agirre, Verónica Forqué… O que deberían hacerlo como Greta Fernández, Penélope Cruz o Biel Montoro. En Historias de nuestro cine, guiada por Antonio Resines y por la que pasan muchas de las glorias de la interpretación y la dirección de las últimas décadas, eran muchos los entrevistados que hablaban de la interpretación teatral sin solución de continuidad con la cinematográfica. Me gustó que el discurso de fondo expresara el enorme valor formativo y de solidificación que suponen las técnicas teatrales, y la constatación de que son artes hermanas y mutuamente reconocidas.

Hubo algunas reivindicaciones en los debates, a veces reiteradas y con cierto tono de queja, sobre lo diferencial de ver el cien en salas o frente a la televisión. La queja, a menudo una simple constatación, no mueve montañas. Lo que mueve montañas, es decir, lo que hará que el público no solo permanezca en salas sino que crezca, dependerá de lo que el cine en sala ofrezca. Hoy tiene grandes déficits. Si los espectadores quieren vivir experiencias, quieren, entonces, que su viaje del usuario en la sala sea magnífico en precios, en comodidad, en elegancia en el trato, en servicios añadidos…

Y para terminar otra sorpresa: el peso de las grandes productoras audiovisuales en el mercado –Netflix es un buen ejemplo- es consistente y ellas han venido para quedarse. No parece malo para el cine si no reduce la diversidad, si la calidad no disminuye y si la multiplicación creativa que aportan es aprovechada por el sector de la distribución en sala, y por el conjunto del sector. Sin miedos, aunque con cuidados.

En fin, el año que viene ya he reservado volver a esa tierra maravillosa en la que la cultura sigue jugando un papel tan importante. ¡Viva el cine!

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El retorno del Yeti: Cultura y ecología

Me siento un poco abominable por haber dejado pasar tanto tiempo desde la anterior entrada de este blog, así que asumo el nombre de ese animal que transita en el misterio por las más altas montañas tibetanas, para retornar: el retorno del Yeti.

Y para la vuelta al papel elijo un tema del que este verano se ha hablado no poco en prensa: la sostenibilidad, en las altas cumbres del Himalaya y en el planeta. De hecho, el pasado sábado se celebró en el mundo una jornada de fe y amor por la salud de la Tierra y de cuantos la habitamos.

Pero, ¿puede hacer algo la Cultura por la sostenibilidad medioambiental de este pequeño planeta del sistema solar? ¿Podemos aportar algo diferencial las gentes que nos dedicamos a la acción cultural y artística? Sin duda alguna. La tarea de frenar el modelo de desarrollo impuesto por el capitalismo en el último siglo y medio es tarea de todas las personas, todas las organizaciones y todas las naciones. Frenar esta evolución hacia el mañana, basada en la explotación, el consumo desaforado y la falta de respeto por el presente y por el futuro, e incluso retroceder en el modelo de desarrollo, son retos de los que nadie puede sentirse ajeno. Las empresas mismas y quienes las dirigen, sujetos activos del modelo económico dominante, han de preocuparse sinceramente por parar, y no solamente meter una marcha reductora sino echar marcha atrás. De ello también depende su futuro. El mito de que este modelo solamente funciona si da cada vez mayores beneficios es el contagioso pecado original que nos mancha a todos y a todas y que exige compromisos personales de romperlo en nuestro día a día.

Ahí, precisamente ahí es donde la Cultura y sus gentes pueden hacer mucho más de lo que hacen en la actualidad; para empezar por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El arte y la cultura, reconocidos en todas las sociedades como intérpretes privilegiados de lo humano son narradores y memoria y pueden por ello incorporar a sus temas esta preocupación decisiva de los seres humanos de hoy; pueden, también, dar voz e imagen al movimiento que en el mundo lidera la lucha por mantener el planeta como hogar común habitable. Y pueden, también y sobre todo, plantar su propio árbol, es decir, implementar medidas específicas, compromisos ejemplarizantes para que la actividad de las artes cumpla con las leyes prácticas y concretas de la sostenibilidad.

Reutilizando materiales, reduciendo el consumo y reciclando en todas las fases creativas y de producción; disminuyendo el consumo de energía y por tanto la huella de carbono en todos los momentos, especialmente en los que el arte se encuentra con sus públicos: teatros, museos, cines, festivales…; haciendo que esos espacios sean lugares comprometidos y coherentes en la práctica con la defensa de la sostenibilidad; pueden liderar socialmente estos mensajes ante empresas e instituciones; pueden promover su propia certificación medioambiental específica para incorporar a ella a todos los procesos y organizaciones creativas y artísticas.

Hace unos meses, con ocasión del Foro Cultura & Empresa, este año dedicado a la sostenibilidad, numerosos artistas y representantes de organizaciones suscribieron un documento clave en este sentido. El manifiesto se llamaba ¡Claro que podemos hacer algo por la salud del planeta! Una contribución práctica del arte y la cultura a la sostenibilidad. Léanlo y hagámoslo nuestro, de cada uno, en la actividad cotidiana.

P.S.: El retorno del Yeti no quedará aquí. En su nombre les prometo que no tardará en aparecer en este blog una nueva entrada.

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¿Tiene sentido diseñar una política conjunta deportivo-cultural?

Mens sana in corpore sano

Me vino esta pregunta a la cabeza al ver la fotografía de Rafa Nadal y Garbiñe Muguruza en el Museo del Prado, ante el cuadro de La rendición de Breda. El Mutua Madrid Open se presentaba de la mano de estos y otros tenistas en uno de los museos más importantes del mundo.

Lejos de la anécdota, la imagen -y el hecho en sí- ilustra a la perfección la práctica inexistencia de puentes entre ambos tipos de actividad, y por ende, las tan inexploradas como enormes posibilidades de colaboración de ambos mundos en la común tarea de alimentar a un ser humano más rico en matices, con más perfiles, más holístico. ¿Es posible crear sinergias entre las políticas públicas deportivas y las culturales? ¿Es posible que no solamente se produzcan ahorros para las administraciones sino, lo más importante, beneficios para la ciudadanía en un espacio comunitario novedoso? Sin duda la respuesta a ambas preguntas es positiva y abre terrenos de acción estratégica conjunta de poderosas consecuencias.

Imaginemos.

Imaginemos que los recintos deportivos formen parte de los espacios que acogen actividades culturales, ya sean puras o mixtas. Por ejemplo, que el polideportivo acoja expresiones fronterizas de enganche como el break dance, o puras como la música y la performance o el teatro. Imaginemos que ello conlleva beneficios concretos -reducción de precios, bonos de consumo cultural…- para quienes disfrutan habitualmente de esos espacios deportivos.

Imaginemos que las bases de datos y los canales que comunican la acción pública a los ciudadanos, apps incluidas, son los mismos para los interesados en el deporte que para quienes gustan de la cultura. Y más allá, imaginemos que los beneficios son cruzados, que los usuarios culturales tienen ventajas en el empleo de los recursos saludables y los usuarios de espacios deportivos obtiene estímulos para disfrutar del consumo cultural.

Personalmente no me cuesta nada imaginar acciones y programas concretos que mezclen la información, la promoción y el consumo…, e incluso incorporar a los programas otras variables claves como educación, juventud y transporte. No me cuesta imaginar usos comunes y complementarios. No me cuesta imaginar que todo ello tiene una expresión en forma de carnet y que el carnet sirve también para acumular puntos, medir utilizaciones, impulsar consumos, crear comunidad…

Ya hay experiencias en este sentido en Cataluña, el Atrium de Viladecans, un espacio que une en una misma instalación servicios deportivos y culturales.

Por dios, el juego que da una fotografía. ¡¡¡Y sin tomar nada!!!

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74”

¡Cuánto desprecio a la Cultura cabe en tan poco tiempo!

Toda la preocupación por la cultura, todas las propuestas sobre la cultura, todo el interés por la cultura cabe en setenta y cuatro segundos. Ese es el tiempo que dedicaron los cuatro candidatos a presidir el Gobierno de España en el debate del martes 23 de abril en Antena 3.

Ciertamente, da la medida exacta de la relevancia que le conceden al arte y la cultura esos políticos -y lo que representan- en la vida de un país, en la vida de sus gentes. Muchos pensamos que si el arte y la cultura, y su derivada natural previa, la educación, tuvieran más peso en la vida cotidiana de las personas, este país iría mejor, el español en el mundo iría mejor, nuestro cine, nuestro teatro, nuestra creación iría mejor, y nuestra vida política sería, sin duda, menos zafia, más educada. ¡Qué vergüenza, por dios!

Esos 74 segundos a mí me parecieron un insulto a la cultura y a la inteligencia de los ciudadanos. Esos 74 segundos expresen a la perfección el nivel de compromiso con el arte y las muchas culturas y lenguas de este gran país.

Hay una parte de razón en esa expresión, casi lugar común, que afirma que las sociedades, los ciudadanos, tienen lo que se merecen. Y esa parte de razón estriba en que la vida política de un país, y la calidad de sus políticos tiene relación directa con la acción cotidiana, diaria, persistente, constante…, de los ciudadanos, con su implicación concreta en la marcha de su comunidad. El voto, la democracia entendida al minúsculo modo en que la entendemos en España hoy, es necesaria, absolutamente necesaria, pero insuficiente, absolutamente insuficiente.

¿Y qué es necesario, pues? Que las gentes, las más posibles, se organicen según sus intereses y preocupaciones, que dediquen algo más de su tiempo a la acción que a la “dicción”. Que, como decía Buero, duden, pero no dejen de actuar.

En la cultura no es poca la tarea que tenemos planteada en este sentido. Fortalecer las organizaciones culturales de todo tipo, y su relación con la sociedad, con los ciudadanos, es cada día más una tarea de enorme valor estratégico. Pasar del club de amigos de la queja, al grupo de compañeros de la acción positiva. (Una sugerencia: lean España en Marcha, de Gabriel Celaya).

Y más allá de lo que cada persona consciente, y cada organización comprometida quiera y pueda hacer, hay otra tarea que debe asumir el sector organizado de la cultura en su conjunto. Dar pasos en la unidad estratégica, en la unidad de discurso, en la unidad de reivindicaciones, en la unidad de cambio. Conformar una voz, fuerte, consistente, indiscutida, grande, es la única manera de hacer oír la voz de la cultura y, con ella, de las necesidades de los ciudadanos.

Basta para ir en esa dirección con centrar el tiro, asumir liderazgos y ser lo más autónomos y autosuficientes posible.

Centrar el tiro quiere decir que debemos concretar un pequeño pero importante cuerpo de transformaciones a impulsar que afecten a todos los ámbitos culturales y artísticos: la ley de mecenazgo, la reducción de los impuestos a la creación y producción culturales, un nuevo modelo de empresa para la actividad cultural, la asunción de compromisos concretos con la sostenibilidad, la promoción de la igualdad de género, y un nuevo papel de la cultura en la acción exterior serían seis claves estratégicas de enorme trascendencia.

Asumir liderazgos quiere decir que las organizaciones representativas de los diversos sectores culturales (museos, cine y audiovisual, edición, artes escénicas…), sean sindicales, profesionales o académicas, deben reunirse y avanzar en ese programa que les una y nos una; deben avanzar en la configuración de una voz, alta y clara. Me gustaría enormemente que la Academia de las Artes Escénicas, a la que pertenezco, diera el primer paso.

Ser lo más autónomos y autosuficientes posible quiere decir que debemos romper la tradicional dependencia de los poderes políticos, esa dependencia que hace que el arte y la cultura española no vuelen esperando como los pájaros recién nacidos que Mamá Estado les proporcione el alimento. Hay cosas, muchas, que podemos hacer sin depender de la política, desde crear sinergias entre los diversos sectores culturales beneficiosas para los ciudadanos, hasta introducir en la vida de las organizaciones culturales (museos, teatros, cines…) una mayor presencia participativa de las gentes; desde crear nuestros propios sellos de calidad hasta introducir compromisos de sostenibilidad en la gestión.

Un lugar común afirma que las cosas ocurren porque alguien las hace. Pues eso.

Los dioses quieran que aprovechemos positivamente el insulto de los 74”.

Notas de despedida y cierre de este post:

1. Qué casualidad que el debate de los 74” fuera el 23 de abril, día grande de las letras españolas, en el que una gran Ida Vitale recogía en Alcalá su merecido Cervantes. Sin comentarios. Por favor, lean su poema del Kit de supervivencia elmuro de este año: página 44.

2. Lástima que he votado por correo; si no lo hubiera hecho, esta vez iría a votar a mi colegio con una pinza de ropa en la nariz para visualizar el asqueo que produce el nivel de la política partidista a la que se ha dejado arrastrar nuestro sistema y nuestros medios de comunicación.

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¿Son el arte y la cultura cosas de ricos? (2)

Blog Robert Muro

Hoy penetro un poco más en la relación de la cultura con la salud del planeta.

Una de los efectos que tiene una lectura detallada de los ODS y de sus metas es que la cultura y el arte son cosas de quienes tienen resuelto todo y pueden, por ello, preocuparse de cosas como la belleza, la música, la literatura… Cosas de pijos ricos.

¿Es eso cierto? Cuando se leen detenidamente las metas concretas de los ODS no queda otra que pensar que sí. Simplemente por incomparecencia. El arte, el teatro, la poesía…, no existen; y no aparecen porque en realidad son necesidades de estómagos satisfechos. Sin educación, sin alimento, sin salud, sin seguridad…, ¿se puede uno preocupar de otras cosas?

Pienso, sin embargo, que es un mal olvido de los ODS y que la cultura debería figurar entre los objetivos y las metas con papel destacado. Porque el ser humano debe abordar su propio desarrollo de un modo integral, incorporando a la dignidad de ser humano también el acceso al arte, su comprensión, su disfrute. Si algo debiera haber aprendido la humanidad de su desarrolla hasta aquí, es precisamente eso.

Nosotros, los que habitamos la parte “rica” tenemos también nuestras propias responsabilidades en el desarrollo del planeta, y en el cumplimiento de los ODS. ¿Cómo? Sencillo, cambiando lo que podamos en nuestro entorno inmediato. Cada país, cada institución, cada empresa, cada pequeño comercio; y sobre todo, cada persona, debe aportar algo concreto en la buena dirección. Y llevando el agua al molino que debo, los que apreciamos el arte debemos emplearlo al servicio de estas ideas y de estas prácticas reconfortantes con nuestro entorno. Bebe, poeta preciosa, lo dice en su Ska de la tierra: “La Tierra tiene fiebre, tiembla, llora,/ se duele del dolor más doloroso/ y es que piensa que ya no la quieren.”

El arte es la forma que ha ido empleando la humanidad para explicarse a sí misma cosas trascendentes, cosas que solamente se pueden expresar con y desde el arte. Quienes ante unos acordes de violín han sentido emociones profundas hasta la lágrima -es un ejemplo-, lo saben. Ya, ya sé que esto es una milonga para quien carece de lo elemental. Pero cada uno debe actuar sobre su medio. Y aquí, el arte y la cultura deben adquirir nuevos compromisos con el futuro, que hasta hace unos años eran simplemente impensables. Compromisos que se orientan a un nuevo horizonte, a un sueño: el de que algún día quienes no saben lo que es un violín, lloren de la felicidad apacible de conocerse un poco más a sí mismos.

Hacer consciente a la mayor parte de nuestros congéneres que hay cosas que solamente se pueden decir con el arte, y casi todas son bellas. Es nuestra tarea. 

Posibilitar a la mayoría de nuestros congéneres de ese disfrute. Que no tiene que ver con tener más o mejores cosas, sino con ofrecer, sentir y vivir más y mejores experiencias al alma.

Así que, ¿podemos hacer algo los pijos de este mundo, los pijos culturetas?

Sí. Contar la historia del mundo desde el arte. Contar el futuro del mundo con arte.

Contar, hacer y propagar: tres tareas del arte ante el futuro . Pero eso, mañana. 

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¿Qué hay de nuevo, amigos?

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Más de un mes sin escribir; me desconozco, porque no será porque no hayan ocurrido cosas. Mi única explicación disponible es que estoy malito de Cataluña y no consigo levantar cabeza y distanciarme lo suficiente. Se trata de un dolor intenso de alma por el desamor que me transmite la “cosa”, y por la epidemia de frases, aseveraciones, exageraciones y banderas arrojadizas que vuelan por doquier, algunas de las cuales reverdecen la memoria de… ¡Franco!!!!! ¡Pero si ese señor lleva más de 40 años en ultratumba y nosotros otros tantos construyendo, con no pocos problemas, democracia y comunidad! O quienes hablan de él, de dictadura, represión, golpe de estado… no vivieron aquel horror oscuro del franquismo o tienen mala voluntad, porque la comparación carece de gracia. Y no sigo por ahí que me sube la fiebre.

Lo dicho, un fantasma recorre Iberia repartiendo mal rollito y desafectos a diestra y siniestra. Me sobrepondré y escribiré, como humilde aportación de continuidad. Esperemos que entre las gentes de bien seamos capaces de encauzar el lío y lamernos las inevitables heridas, y hasta acabemos brindando, al reiniciar el camino juntos, con cava del Penedés. Eso sí, he decidido escribir pero más brevemente, sobre la actualidad de la que conozco algo, la de la Cultura, con especial atención a la que tengo más cerca. El médico me recomienda que además de breves, espacie menos los post, y salga más a menudo a la calle para que me dé el aire, así que igual me tomo dos por semana, a ver si me recupero.

Abrazos para mis lectores. Y vamos con el primer post de esta nueva era.

 

Se buscan seis directores, seis, para los “contenedores” culturales de Madrid

El Ayuntamiento de Madrid acaba de convocar concursos públicos para elegir directores/as para los seis principales contenedores culturales de la ciudad, excluido el Teatro Español. Bienvenida sea la fórmula del concurso, aunque no me resisto a decir, no obstante, varias cosas respecto a este tema.

La primera, que cuando se sustancien los procesos habrán pasado 3 años de legislatura, y que, por lo tanto, tan solo quedará uno para poner en marcha la gestión de los espacios. ¿Qué han hecho hasta ahora para abordar esta cuestión clave cuando ya el tiempo se acaba?

En segundo lugar, haber acabado por las bravas con el concurso público anterior,   -el que eligió al director del Teatro Español-, abre una razonable incertidumbre sobre la perdurabilidad de estos nuevos cargos más allá de las próximas elecciones municipales. El nuevo gobierno, a poco que cambie el signo de la mayoría, tendrá fácil devolver ojo por ojo y director por director. Esperemos que, llegado el momento, talión no prevalezca.

En tercer lugar, sería deseable que los nuevos tribunales que elijan a los nuevos gestores sean indiscutibles profesionalmente e intachables en su neutralidad, que en fin sean los mejores elegidores posibles. Asegurando la no adscripción partidista y el máximo nivel de quienes decidan, se ganará en transparencia y seriedad.

Y cuarta, ¿por qué la convocatoria solo se abre a personas físicas y no a equipos? La complejidad de las tareas y objetivos de dirección, y la necesidad de hacer frente al mismo tiempo a responsabilidades relacionadas con la gestión, la programación artística, y el desarrollo de audiencias, e incluso a la financiación, hace casi imposible que sea una sola persona la que encarne esas capacidades, quedando por tanto cojo alguno de los frentes en que hoy se desenvuelve la mediación cultural.

NOTA: algún lector me informa de que han suplantado la identidad de este blog para enviarle otras informaciones. No me preocupa: quienes me leen saben de mis ideas y con aquellas con las que no “casa”.

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Señor Gobierno: bajar el IVA ya no resuelve el problema

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El Gobierno ha decidido finalmente bajar el IVA de los espectáculos al 10%. La noche del pasado lunes, mientras se hacía público el Premio Valle Inclán promovido por Coca-Cola, y el director del CDN recogía su galardón, el ministro Méndez de Vigo, sonriente y entre bambalinas, lo adelantaba respondiendo a una pregunta de un miembro del Jurado: “Este viernes anunciaremos la bajada.”

Seguramente mucha gente se mostrará encantada con la medida. Por mi parte comparto la alegría pero permítanme ir unos cuantos pasos más allá. A estas alturas del partido, y si miramos verdaderamente lejos, esto no es suficiente.

El daño causado estos años ha sido muy grande, no a los espectadores sino a empresas, teatros y compañías que asumieron directamente como pérdida el brutal incremento de ese impuesto al consumo cultural (recordemos: 13 puntos, del 8% al 21%). Así, las entradas no subieron de precio pero los escasos beneficios de una actividad de alto riesgo disminuyeron drásticamente hasta llevar a muchas empresas a la ruina o a la desaparición. Penosamente, además, el Gobierno deja fuera al cine de esta decisión.

El problema del IVA cultural no es que el impuesto afecte a las entradas y que grave el consumo. El problema de fondo es el tratamiento fiscal de toda la actividad relacionada con la creación y con el aporte del arte y la cultura al bien común. Si, como la Constitución reconoce y la lógica social entiende, la cultura debe ser promovida y defendida por los poderes públicos, habrá que buscar un marco económico y social ad hoc para las actividades creativas y para quienes las protagonizan. Un marco general que atienda todas las fases y no solamente la de exhibición; que tenga en cuenta a todos los intervinientes y no solamente a los espectadores.

La actividad artística y cultural aporta un valor diferencial a la sociedad que reconoce en ella la pervivencia de sentido y de pertenecer al colectivo humano. Pero además, salvo algunas de sus expresiones más industriales y basadas en la reproducción, como actividad social no tiene entre sus rasgos distintivos principales o prioritarios el del beneficio económico.

Hace dos años escribí un artículo sobre este tema en el que abordaba y proponía una serie de medidas que partían de este análisis. En un post como el de hoy se hace prolijo desgranarlas pero sugiero a quienes estén interesados que lean el marco que proponía, que propongo. Es largo, pero este tema no se despacha en dos patadas ni con soluciones elementales.

El punto de partida es que todos los tramos de la cultura: producción/ creación y consumo/exhibición; y todos sus participantes: artistas, productores y ejecutantes, y público, forman parte de un todo. Un punto esencial y básico de esas medidas imprescindibles es el establecimiento de un IVA único y súper reducido que afecte a todos los productos y servicios y a todas sus fases, y otras medidas relacionadas con los impuestos personales de cuantos intervienen en el devenir cultural, territorio irregular y con un alto grado de imprevisibilidad por naturaleza.

Lo dicho, Gobierno, su medida, parcial, unilateral y escasa, es bien recibida, pero a estas alturas debemos hablar del marco social y económico de toda la actividad artística y cultural, y no solo de la exhibición de espectáculos.

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Ayuntamiento de Madrid y Cultura: cuestión de magia. ¡Ay, Carmena!

by Photos8.com

Para los espectadores, la mayoría, la magia es ilusión, sorpresa, desconcierto, maravilla… Para los magos la magia es lo que no se ve. Ellos centran toda su acción, toda su capacidad de seducción en hacer que su público no vea el truco, que es lo importante.

Pensaba en la magia cuando me ponía a escribir sobre la política cultural, bueno, sobre la actividad desarrollada en el área de Cultura por el equipo municipal de gobierno de Madrid.

¿Y dónde está la magia? ¿Qué es lo que no se ve de su acción? Lo primero y tal vez lo más relevante, el programa, o más bien la ausencia de programa. Cuando llegaron al poder, con notable sorpresa para ellos mismos, disponían de mensajes entusiasmantes, críticas correctas sobre el pasado, indignación por lo mal que se habían hecho muchas cosas, pero un programa de acción concreto eso no lo llevaban en la cartera. No me digan que no es mágico. Sí, ya sé que los demás competidores no les andaban muy lejos en esto de las alforjas vacías, pero quienes acabaron asumiendo la tarea de dirigir la cultura resultaron los de Ahora Madrid. A ellos, a quienes actúan desde la hegemonía sin tener mayoría de voto ciudadano, se deben pedir las cuentas.

Esta ausencia de programa explica que buena parte de sus “números” hayan sido percibidos como de mala calidad. Cuando no se sabe a dónde se va cualquier camino es bueno; o malo, según se mire. Y lo que se ha hecho durante estos más de veinte meses es improvisar, constantemente. Con los consiguientes errores y perjuicios para los ciudadanos. Recuerden la cabalgata anti-cabalgata, la aplicación cutre de la Ley de Memoria Histórica rápidamente echada atrás, la degradación de Madrid Activa, un exitoso programa que llevaba mucho tiempo surtiendo de calidad artística a los barrios… En casi todos estos casos el mago nos distraía con palabras como transparencia, democracia, participación, renovación, modernidad…, mientras todo seguía igual o iba nítidamente a peor. Magia. Díganme, si no, una sola acción notable a favor de la transparencia. Señalo una que hubiera sido recibida de mil amores: que en todas las licitaciones y concursos públicos los proyectos fueran públicos y conocidos al igual que sus defensas, en actos abiertos y públicos. Recuérdenme una a favor de la participación, más allá de la propaganda en torno a las consultas con urna sobre la Plaza de España o el cambio de nombre de un parque. Ya les digo yo otra que nos hubiera encantado: haber consultado con el sector y con la ciudadanía sobre los procesos de uso del Matadero. O, la simple puesta en pie de un Consejo Ciudadano de Cultura; no sé, algo. Magia.

La hipnosis también es un tipo de magia. Apenas nadie se queja de la ausencia de política cultural o de los errores brutos cometidos por Mayer y su equipo, y si acudes a la presentación del programa de Carme Portacelli para el Español, acompañada por cierto, por Carmena –es uno de los muchos ejemplos-, verás cómo una rueda de prensa se convierte en un acto de adhesión con aplausos y vítores. También fueron pocos los que se quejaron de que el proceso democrático –con carencias, claro: pero, ¿se acuerdan como resultó designado su antecesor?- que llevó a Pérez de la Fuente al Español, se violentara y se despidiera e indemnizara a quien había llegado por concurso y tribunal indiscutido. Sí, un concurso público democrático roto para convocar otro concurso que permitiera direcciones adeptas. No se había visto ni en las instituciones del gobierno central: vean a los directores del CDN y la CNTC convivir con distintos gobiernos en pro de la continuidad imprescindible. Pero pocos ven el truco y siguen pendientes de las palabras, cambio, regeneración… Sin queja. Magia. (Bueno, la magia en este caso será que el siguiente equipo de gobierno no haga lo mismo: denunciar los concursos actuales para lograr directores en su onda. Sentado el precedente, todo vale.)

Tan confiados estaban los magos que finalmente muchos han visto el truco y las costuras. Decidieron contratar para el Matadero a Mateo Feijoo, y las primeras alertas disparadas en su concurso (en serio, ¿cómo puede ser el de Feijoo el mejor de 31 proyectos?) y las dudas en la regularidad de su contratación y de su equipo, se han convertido en clamor cuando ha presentado “su” programación y ha decidido acabar con el mínimo vestigio del pasado y del teatro tal y como lo entienden muchos (a los que obviamente no consultó). Y ahora hasta Gas, Portillo y una larga lista de damnificados –por uno u otro motivo- se rasgan las vestiduras. Mala magia.

Uno de los episodios más curiosos de esta concejalía maga es el nombramiento con banda de música y tambores de Santiago Eraso (sin concurso, por cierto, y sin apenas queja: magia) para dar la vuelta al calcetín de Madrid Destino… y su desaparición sin dejar rastro, ni huella. Desaparición física. Por supuesto sin hacer el trabajo encomendado y sin explicaciones públicas. Si el otro día no hubiera visto y tocado a Eraso en la III Conferencia Estatal de la Cultura de Valladolid hubiera pensado en una desaparición a la altura de las que hace David Copperfield. Magia de la buena. (La de hacer desaparecer a Carrillo, anterior director municipal de cultura, fue puro entrenamiento.)

Otro curioso caso de magia es el de la desaparición de las compañías residentes en centros culturales de Madrid. Una experiencia iniciada por Alicia Moreno, pionera y ejemplar en toda España, pero señalada como antigua por el nuevo equipo, empeñado en dejar morir el modelo. Un pleno municipal del pasado verano aprobó por unanimidad el mantenimiento del programa y la elaboración de un reglamento ad hoc, pero… magia, nada se ha hecho. Nada se espera.

Lo malo en realidad es lo que hay detrás de tanta magia, de tanta mala magia: NADA. Improvisación, incompetencia, sólido amarre al poder, autosuficiencia, soberbia, sordera, “ahora me toca a mí”…

En cualquier caso, ¡Madrid, tenemos un problema! Quienes nos gobiernan en Cultura no parecen saber qué hacer, ni a dónde nos llevan, ni han mostrado en estos casi dos años la preocupación y la humildad necesarias por aprender. Y no piensan consultar ni preguntar la dirección adecuada a quienes han mostrado que saben algo más.

Lo peor de esta magia es el desprestigio, el vaciamiento del valor de palabras que para muchos son claves en la política cultural: democracia, transparencia, participación, ejemplo, buenas prácticas…

Lo peor de esta magia es el dolor y la tristeza que produce el mal servicio que estamos haciendo, todos, a los ciudadanos.

En un próximo post abordaré los rasgos que a mi modo de ver son la amalgama de fondo y el lastre del gobierno municipal de Madrid: su origen y las características mismas del equipo, y en lo ideológico la estrategia de Hegemonía que lo sustenta.

Hasta entonces.

 

Post scriptum: Acabo esta entrega el miércoles y salta la noticia: la alcaldesa Manuela Carmena destituye a Mayer. Me pregunto si basta y me respondo que no. En realidad, tal vez ese sea el último número de magia: la asunción por Carmena de las atribuciones en Cultura de su concejala Mayer. Al parecer harta de líos e inepcia ha decidido mandarla al banquillo. ¿Es una maniobra de despiste para que atentos al collar no nos fijemos en el perro? Parece obvio que sí, dado que Carmena afirma taxativamente que no hay crisis y que la destitución no es tal, sino un cambio de responsabilidades. Un chiste, si no fuera tan grave. Habrá que entender que Mayer lo ha hecho bien. Ay, Carmena, vas trenzando tu destino con el de los menos útiles del equipo.

 

NOTA:

Releo algunos de los post que sobre este asunto he ido publicando en estos casi veinte meses y la melancolía se acrecienta. Si quieren, revísenlos también.

http://www.robertmuro.com/2015/06/cuanto-queda-por-hacer/

http://www.robertmuro.com/2015/07/cambio-y-cultura-el-bien-comun-esta-en-juego/

http://www.robertmuro.com/2015/07/santiago-eraso-destino-madrid-destino/

http://www.robertmuro.com/2016/03/en-democracia-las-formas-son-casi-todo-el-cese-de-perez-de-la-fuente/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Darío Fo. Post urgente

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Uno de los autores más comprometidos con el presente político ha muerto. Pero todo el teatro está de luto por este hombre poliédrico, valiente y cachondo.Político en el más profundo y honrado sentido de la palabra. Este bufón, juglar inmenso, armado del ácido humor que él transformaba en revolucionario, había muerto un poco hace tres años cuando se fue su inseparable compañera de andanzas Franca Rame.

La primera vez que lo vi, en Burgos, en los primeros ochenta, representaba su Misterio Bufo a cuerpo gentil con un pantalón y una camiseta negras. Solo en el inmenso escenario del Principal utilizaba todas, absolutamente todas las habilidades del viejo oficio de actor –incluida su muy querida Commedia dell’Arte- para contarnos aquella suma de historias que constituían una hilarante y profunda crítica a la Iglesia, y sobre todo a su poder temporal, basada además endiversos pasajes del Evagelio. Me pregunto si habrá conocido a Bergoglio y si así ha sido, habrá nacido en él una esperanza de cambio en esa institución con este papa peculiar.

Recomiendo encarecidamente leer Misterio Bufo, como Muerte accidental de un anarquista. Estas dos obras forman parte de sus más representadas piezas por todo tipo de compañías que creen firmemente que el teatro además de divertir debe mover el pensamiento y la acción para cambiar el mundo. Las torturas y abusos de poder policiales, el hambre, la carestía y los robos obreros en supermercados, el secuestro político, el capitalismo, la Mafia, el machismo…, quedan desnudados y convertidos en denuncia operativa en textos como La polizia!, Aquí no paga nadie, La mueca del miedo, o Pareja abierta… Pero son muchas más, todas tintadas del deseo transformador, muchas breves, casi aparentes ejercicios para clases de teatro, o para su compañía La Comune, que luego han visto miles de escenarios diferentes por cientos de grupos que les han dado vida. Probablemente todavía esté girando en nuestro país y pueda verse una puesta en escena magnífica de La Tigresa, interpretada genialmente por Julián Ortega.

Cuando muere un artista, un creador, la ventaja es que su obra permanece al alcance de las gentes, que pueden leerlas, reinterpretarlas, e incluso arrancar sus hojas y lanzarlas al viento para que vuelen lejos y alto. Como Darío Fo. Como Franca Rame.

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