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Apenas un año para ponerlo en marcha: El Consejo Municipal de Cultura como expresión de la participación en el común

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El impulso de la participación de los ciudadanos en la actividad política, más allá de los periodos electorales, es un signo inequívoco de democratización profunda en los modos de hacer política. El nivel de participación estable y activa es el verdadero termómetro de la democracia municipal. En cultura no se han dado pasos reales en esta dirección, porque el camino es largo y lento, y porque la participación suele tornarse incómoda para los poderes cuando, más allá de ser noticia, se profundiza en su práctica. En realidad, la participación efectiva se traduce en que el control externo a la gestión política se incrementa por parte de los ciudadanos, se descentraliza, lo cual es inquietante para los políticos. Un ejemplo: nos encaminamos ya hacia el final del tercer año de gobierno de Ahora Madrid, y no se ha dado un solo paso en la constitución del Consejo Municipal de Cultura. Un organismo que reúna las voces representativas, personales y organizativas, activas en cultura; que pueda actuar de fuerza de asesoramiento y debate previo para enriquecer propuestas e incluso para generarlas; que pueda proponer reformas al equipo de gobierno; que rinda su supervisión sobre la acción política municipal. Un Consejo que actúe como voz viva y activa de la ciudadanía entre elección y elección. Y veintiún consejos más: cada distrito de Madrid debe contar con su estructura participativa permanente, que aporte vida en cada barrio y acerque y descentralice hacia ellos la capacidad de intervención ciudadana.

Todavía estamos a tiempo, y sería una verdadera aportación que el Ayuntamiento constituyera el Consejo de Cultura de Madrid antes de las próximas elecciones municipales. Implicar establemente a unos cientos de personas en la marcha del común no es baladí.

 

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La democracia municipal y participación: mucho más que el voto.

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El concepto de participación política tiene en el ámbito municipal un territorio casi virgen por explorar, algo así como el corazón de África en el siglo XIX. Es, la ciudad, el escenario posible y apropiado para desarrollar experiencias y prácticas en las que los ciudadanos jueguen un papel relevante. La participación no es solamente una actividad consistente en la recogida de opinión o el voto en momentos puntuales sobre aspectos concretos de la gestión: eso es bueno, y el Ayuntamiento de Madrid ha dado pasos adecuados en esa dirección, aunque con poco calado y un tanto formales. Es, también, la cesión orgánica y organizada de cuotas de poder, que pasan a estar descentralizadas y en manos de los ciudadanos directamente. Y si me apuran, todavía más importante, en esencia la participación es una práctica que contribuye a “hacer” ciudadanía, a formar ciudadanos.

En mi opinión, en los procesos participativos, lo verdaderamente importante es informarse, entender, acercarse al cómo se toman las decisiones, al cómo se manejan los presupuestos, a la profundidad más que a la superficie. Ello llevará a que los ciudadanos que acudan a esos procesos, sean más cada vez y más “ciudadanos”: gentes críticas y con opinión que contribuirán sin duda a hacer de la vida política territorio de regeneración, mucho más allá del voto cada cuatro años.

Porque entender la participación únicamente como el número de personas que en vivo o a través de internet han elegido entre una o varias alternativas prefiguradas, y no siempre de sencilla diferenciación, es una apuesta por la superficialidad y la nadería. O la manipulación.

P.S: ¡Última hora! ¡Último ejemplo! El Pacto de Gobierno del Ayuntamiento de Barcelona se acaba de romper. Ada Colau (por cierto, sin siquiera dar su opinión públicamente sobre el tema), sometió a votación de los inscritos en Barcelona en Comú, la continuidad del acuerdo. Votaron a favor de romper el pacto 2.059 personas y 1.736 por mantenerlo. Votaron menos de la mitad de los inscritos en Barcelona en Comú, que son una minucia sobre el número de todos sus votantes, y esos pocos decidieron la ruptura de un acuerdo clave para la estabilidad de una gran ciudad y millones de ciudadanos. En mi opinión ese concepto de democracia y participación es un fraude y una manera de malbaratar la democracia como principio profundo, no utilitarista.

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¿Recuerdan a Santiago Eraso? Cristalino…

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En este repaso evaluativo que vengo realizando sobre lo hecho en cultura por el gobierno municipal de Madrid, resulta inevitable hablar de la transparencia, como decía en el post anterior. Y con ella, del caso de Santiago Eraso. Eraso, gestor de instituciones culturales con una muy larga y apreciada trayectoria, llegó a Madrid Destino, Cultura, Turismo y Negocio, empresa pública de gestión del Ayuntamiento de Madrid, de la mano del equipo de Ahora Madrid tras las elecciones. Quienes le nombraron buscaban que aportara mirada estratégica, y que pusiera coto a la gestión privada de la cultura y a la conversión de los equipamientos municipales de Madrid esencialmente en recursos para multiplicar ingresos.

Lo preocupante no es tanto que de su casi año y medio de trabajo no haya quedado apenas nada; bueno, más allá de sus controvertidas opiniones o las medidas en torno a la cabalgata de Navidad. Con nada, me refiero a que Madrid Destino sigue donde estaba: una estructura ciclópea, sin el más leve rasguño; que ni siquiera se dio a conocer el Plan Estratégico que preparó para la entonces concejala de Cultura, Celia Mayer, y que no llegó a ver la luz.

El fichaje estrella del equipo de Manuela Carmena, que como dije entonces sin acritud (porque conocía los tiempos en que los nuevos responsables municipales se movían), llegó por designación directa, sin convocatoria ni contrato programa, hizo mutis por el Foro como si llevara zapatillas de felpa, sin el más mínimo ruido y sin dar explicaciones a la ciudadanía. Ni él, ni quien le nombró. Un caso más, éste en la izquierda, que muestra lo extraordinariamente fácil que es predicar, y lo enormemente difícil que es dar trigo. Transparencia, bendito deseo.

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¡Todavía quedan más naves en el Matadero! Se ceden a buen precio y sin explicaciones.

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Hace apenas un mes buena parte de los ciudadanos de Madrid conocieron la existencia de una fundación italiana dedicada a la cultura y el arte de nombre sugerente aunque extraño: Sandretto Re Rebaudengo. Algunos, estos ya muchos menos, entre los que me encuentro, se escandalizaron porque a esa fundación se le entregaba una de las deseadas naves del Matadero, la 9, a cambio de la rehabilitación, cien obras de arte y algunos programas pedagógicos… por cincuenta (50) años. El problema, (pequeño: una minucia -como ya nos estamos acostumbrando a aceptar que son todos los grandes problemas-), es que llegó sin concurso, sin conocimiento por la ciudadanía, sin debate político, sin nada, y en menos de tres meses desde la primera noticia hasta la firma del contrato.

Mar Espinar, la concejala socialista, en una suavísima crítica decía que debían ser “los madrileños los que decidan qué hacer con sus espacios públicos”, y reclamaba concurso y transparencia. Yo ya casi me conformo con una amplia información previa y debate público, que uno cada vez pide menos.

Sí, la transparencia en la vida pública española deja mucho, pero mucho que desear. Y quien debería dar ejemplo, lo elude en cuanto toca poder, olvidando que en democracia, las formas lo son casi todo. Seguiremos con este tema.

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Carmena, ¿concejala de cultura?

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¿Sabían que Manuela Carmena es la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid? Sí, desde que “dimitió” a la anterior concejala, Celia Mayer, para hacer frente a su ideologizada gestión, y a las múltiples acusaciones de incompetencia y las meteduras de pata que la perseguían, la alcaldesa reunió bajo su vara de mando el área de cultura. A nadie se le escapa que es una mala solución, y que entre la ciudadanía preocupada por la cosa cultural cunde desde hace tiempo la convicción  que esa cartera no puede estar bien gestionada debido a los múltiples esfuerzos que requiere la dirección general de un Ayuntamiento como Madrid. A Manuela se le perdona casi todo.

¡Era tan necesario un cambio político en el ayuntamiento! No quiero ni pensar dónde alcanzaría el grito si un alcalde de cualquier otro signo hubiera hecho esto. No resta responsabilidad recordar, una vez más, que su equipo no se formó pensando en gobernar, y que el gobierno le cayó encima de milagrito del Niño Jesús. Los ciudadanos han ido pagando la cualificación en gestión pública de buena parte de sus ediles a base de prueba y error; y un programa que han ido improvisando sobre la marcha. A los gobiernos, sea cual sea el partido o coalición que lo sustente, hay que exigirles profesionalidad, coherencia, transparencia, participación, gestión democrática… Las gentes merecen ese mínimo respeto.

Mucho me temo que Manuela Carmena seguirá asumiendo la responsabilidad sobre el Área de Cultura . Y con ello su funcionamiento a medio gas, o encomendada a contratados.

De ello hablaremos en los próximos días.

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Ayuntamiento de Madrid y Cultura: cuestión de magia. ¡Ay, Carmena!

by Photos8.com

Para los espectadores, la mayoría, la magia es ilusión, sorpresa, desconcierto, maravilla… Para los magos la magia es lo que no se ve. Ellos centran toda su acción, toda su capacidad de seducción en hacer que su público no vea el truco, que es lo importante.

Pensaba en la magia cuando me ponía a escribir sobre la política cultural, bueno, sobre la actividad desarrollada en el área de Cultura por el equipo municipal de gobierno de Madrid.

¿Y dónde está la magia? ¿Qué es lo que no se ve de su acción? Lo primero y tal vez lo más relevante, el programa, o más bien la ausencia de programa. Cuando llegaron al poder, con notable sorpresa para ellos mismos, disponían de mensajes entusiasmantes, críticas correctas sobre el pasado, indignación por lo mal que se habían hecho muchas cosas, pero un programa de acción concreto eso no lo llevaban en la cartera. No me digan que no es mágico. Sí, ya sé que los demás competidores no les andaban muy lejos en esto de las alforjas vacías, pero quienes acabaron asumiendo la tarea de dirigir la cultura resultaron los de Ahora Madrid. A ellos, a quienes actúan desde la hegemonía sin tener mayoría de voto ciudadano, se deben pedir las cuentas.

Esta ausencia de programa explica que buena parte de sus “números” hayan sido percibidos como de mala calidad. Cuando no se sabe a dónde se va cualquier camino es bueno; o malo, según se mire. Y lo que se ha hecho durante estos más de veinte meses es improvisar, constantemente. Con los consiguientes errores y perjuicios para los ciudadanos. Recuerden la cabalgata anti-cabalgata, la aplicación cutre de la Ley de Memoria Histórica rápidamente echada atrás, la degradación de Madrid Activa, un exitoso programa que llevaba mucho tiempo surtiendo de calidad artística a los barrios… En casi todos estos casos el mago nos distraía con palabras como transparencia, democracia, participación, renovación, modernidad…, mientras todo seguía igual o iba nítidamente a peor. Magia. Díganme, si no, una sola acción notable a favor de la transparencia. Señalo una que hubiera sido recibida de mil amores: que en todas las licitaciones y concursos públicos los proyectos fueran públicos y conocidos al igual que sus defensas, en actos abiertos y públicos. Recuérdenme una a favor de la participación, más allá de la propaganda en torno a las consultas con urna sobre la Plaza de España o el cambio de nombre de un parque. Ya les digo yo otra que nos hubiera encantado: haber consultado con el sector y con la ciudadanía sobre los procesos de uso del Matadero. O, la simple puesta en pie de un Consejo Ciudadano de Cultura; no sé, algo. Magia.

La hipnosis también es un tipo de magia. Apenas nadie se queja de la ausencia de política cultural o de los errores brutos cometidos por Mayer y su equipo, y si acudes a la presentación del programa de Carme Portacelli para el Español, acompañada por cierto, por Carmena –es uno de los muchos ejemplos-, verás cómo una rueda de prensa se convierte en un acto de adhesión con aplausos y vítores. También fueron pocos los que se quejaron de que el proceso democrático –con carencias, claro: pero, ¿se acuerdan como resultó designado su antecesor?- que llevó a Pérez de la Fuente al Español, se violentara y se despidiera e indemnizara a quien había llegado por concurso y tribunal indiscutido. Sí, un concurso público democrático roto para convocar otro concurso que permitiera direcciones adeptas. No se había visto ni en las instituciones del gobierno central: vean a los directores del CDN y la CNTC convivir con distintos gobiernos en pro de la continuidad imprescindible. Pero pocos ven el truco y siguen pendientes de las palabras, cambio, regeneración… Sin queja. Magia. (Bueno, la magia en este caso será que el siguiente equipo de gobierno no haga lo mismo: denunciar los concursos actuales para lograr directores en su onda. Sentado el precedente, todo vale.)

Tan confiados estaban los magos que finalmente muchos han visto el truco y las costuras. Decidieron contratar para el Matadero a Mateo Feijoo, y las primeras alertas disparadas en su concurso (en serio, ¿cómo puede ser el de Feijoo el mejor de 31 proyectos?) y las dudas en la regularidad de su contratación y de su equipo, se han convertido en clamor cuando ha presentado “su” programación y ha decidido acabar con el mínimo vestigio del pasado y del teatro tal y como lo entienden muchos (a los que obviamente no consultó). Y ahora hasta Gas, Portillo y una larga lista de damnificados –por uno u otro motivo- se rasgan las vestiduras. Mala magia.

Uno de los episodios más curiosos de esta concejalía maga es el nombramiento con banda de música y tambores de Santiago Eraso (sin concurso, por cierto, y sin apenas queja: magia) para dar la vuelta al calcetín de Madrid Destino… y su desaparición sin dejar rastro, ni huella. Desaparición física. Por supuesto sin hacer el trabajo encomendado y sin explicaciones públicas. Si el otro día no hubiera visto y tocado a Eraso en la III Conferencia Estatal de la Cultura de Valladolid hubiera pensado en una desaparición a la altura de las que hace David Copperfield. Magia de la buena. (La de hacer desaparecer a Carrillo, anterior director municipal de cultura, fue puro entrenamiento.)

Otro curioso caso de magia es el de la desaparición de las compañías residentes en centros culturales de Madrid. Una experiencia iniciada por Alicia Moreno, pionera y ejemplar en toda España, pero señalada como antigua por el nuevo equipo, empeñado en dejar morir el modelo. Un pleno municipal del pasado verano aprobó por unanimidad el mantenimiento del programa y la elaboración de un reglamento ad hoc, pero… magia, nada se ha hecho. Nada se espera.

Lo malo en realidad es lo que hay detrás de tanta magia, de tanta mala magia: NADA. Improvisación, incompetencia, sólido amarre al poder, autosuficiencia, soberbia, sordera, “ahora me toca a mí”…

En cualquier caso, ¡Madrid, tenemos un problema! Quienes nos gobiernan en Cultura no parecen saber qué hacer, ni a dónde nos llevan, ni han mostrado en estos casi dos años la preocupación y la humildad necesarias por aprender. Y no piensan consultar ni preguntar la dirección adecuada a quienes han mostrado que saben algo más.

Lo peor de esta magia es el desprestigio, el vaciamiento del valor de palabras que para muchos son claves en la política cultural: democracia, transparencia, participación, ejemplo, buenas prácticas…

Lo peor de esta magia es el dolor y la tristeza que produce el mal servicio que estamos haciendo, todos, a los ciudadanos.

En un próximo post abordaré los rasgos que a mi modo de ver son la amalgama de fondo y el lastre del gobierno municipal de Madrid: su origen y las características mismas del equipo, y en lo ideológico la estrategia de Hegemonía que lo sustenta.

Hasta entonces.

 

Post scriptum: Acabo esta entrega el miércoles y salta la noticia: la alcaldesa Manuela Carmena destituye a Mayer. Me pregunto si basta y me respondo que no. En realidad, tal vez ese sea el último número de magia: la asunción por Carmena de las atribuciones en Cultura de su concejala Mayer. Al parecer harta de líos e inepcia ha decidido mandarla al banquillo. ¿Es una maniobra de despiste para que atentos al collar no nos fijemos en el perro? Parece obvio que sí, dado que Carmena afirma taxativamente que no hay crisis y que la destitución no es tal, sino un cambio de responsabilidades. Un chiste, si no fuera tan grave. Habrá que entender que Mayer lo ha hecho bien. Ay, Carmena, vas trenzando tu destino con el de los menos útiles del equipo.

 

NOTA:

Releo algunos de los post que sobre este asunto he ido publicando en estos casi veinte meses y la melancolía se acrecienta. Si quieren, revísenlos también.

http://www.robertmuro.com/2015/06/cuanto-queda-por-hacer/

http://www.robertmuro.com/2015/07/cambio-y-cultura-el-bien-comun-esta-en-juego/

http://www.robertmuro.com/2015/07/santiago-eraso-destino-madrid-destino/

http://www.robertmuro.com/2016/03/en-democracia-las-formas-son-casi-todo-el-cese-de-perez-de-la-fuente/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Consejo Municipal de Cultura: La participación ciudadana, camino y meta. 2

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Uno de los mensajes centrales con el que el actual equipo de gobierno del ayuntamiento de Madrid llegó al poder era el de la participación de los ciudadanos en la tarea de gobierno. Solo así, decían, se cambiaría el modelo de gestión habido en Madrid las últimas décadas. Un cambio de modelo necesario y urgente.

Nueve meses después de la constitución del ayuntamiento, y en lo que respecta al mundo de la cultura, no se han dado pasos consistentes en la dirección de fomentar y articular la participación ciudadana. Y promover y organizar la participación es la prueba del nueve de que se gobierna para todos los ciudadanos, y no solo para los propios. Da la impresión que el mensaje de participación se transforme, en cuanto se alcanza el poder, un recurso retórico, huero. Lástima, porque, como reconoce la alcaldesa, Manuel Carmena, parte del actual equipo, proveniente de la acción política de base, requiere de conocimientos ajenos para mejorar su limitado conocimiento de los mecanismos de gestión pública. Un Consejo Municipal de la Cultura, conformado por asociaciones y profesionales expertos reconocidos, podría ser en estos momentos de una ayuda enorme. Porque, a través de la participación podrían alcanzarse al menos dos objetivos urgentes para el actual equipo: informar, contrastar y transmitir su política antes de aplicarla, y disponer de asesoramiento experto y de ojos que la analicen y enriquezcan.

Desgraciadamente el poder parece convertir a cuantos lo alcanzan en duros de oído a razones ajenas y en gestores altivos; incluso más aún cuando carecen de la suficiente experiencia en gestión pública para acometer la ingente tarea de servir a varios millones de ciudadanos en sus necesidades más cercanas.

En fin, que se impone urgentemente, muy urgentemente, la creación de un Consejo Municipal de Cultura en Madrid. Un consejo en el que estén representados los movimientos culturales organizados en asociaciones, y aquellas personas expertas y profesionales que puedan aportar valor al diseño y la ejecución de la política cultural municipal. No es una iniciativa original: en España son decenas los consejos creados en los últimos veinte años. Tecleen en cualquier buscador de internet.

Las tareas de un consejo municipal son tan necesarias y elementales que sorprende que anteriores equipos no lo hubieran puesto en marcha: esa es su responsabilidad. Pero si no lo hace el actual equipo dará alas a cuantos piensan que su discurso participativo era impostura y solo buscaba atraer votos y acercarse al poder.

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