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El retorno del Yeti: Cultura y ecología

Me siento un poco abominable por haber dejado pasar tanto tiempo desde la anterior entrada de este blog, así que asumo el nombre de ese animal que transita en el misterio por las más altas montañas tibetanas, para retornar: el retorno del Yeti.

Y para la vuelta al papel elijo un tema del que este verano se ha hablado no poco en prensa: la sostenibilidad, en las altas cumbres del Himalaya y en el planeta. De hecho, el pasado sábado se celebró en el mundo una jornada de fe y amor por la salud de la Tierra y de cuantos la habitamos.

Pero, ¿puede hacer algo la Cultura por la sostenibilidad medioambiental de este pequeño planeta del sistema solar? ¿Podemos aportar algo diferencial las gentes que nos dedicamos a la acción cultural y artística? Sin duda alguna. La tarea de frenar el modelo de desarrollo impuesto por el capitalismo en el último siglo y medio es tarea de todas las personas, todas las organizaciones y todas las naciones. Frenar esta evolución hacia el mañana, basada en la explotación, el consumo desaforado y la falta de respeto por el presente y por el futuro, e incluso retroceder en el modelo de desarrollo, son retos de los que nadie puede sentirse ajeno. Las empresas mismas y quienes las dirigen, sujetos activos del modelo económico dominante, han de preocuparse sinceramente por parar, y no solamente meter una marcha reductora sino echar marcha atrás. De ello también depende su futuro. El mito de que este modelo solamente funciona si da cada vez mayores beneficios es el contagioso pecado original que nos mancha a todos y a todas y que exige compromisos personales de romperlo en nuestro día a día.

Ahí, precisamente ahí es donde la Cultura y sus gentes pueden hacer mucho más de lo que hacen en la actualidad; para empezar por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El arte y la cultura, reconocidos en todas las sociedades como intérpretes privilegiados de lo humano son narradores y memoria y pueden por ello incorporar a sus temas esta preocupación decisiva de los seres humanos de hoy; pueden, también, dar voz e imagen al movimiento que en el mundo lidera la lucha por mantener el planeta como hogar común habitable. Y pueden, también y sobre todo, plantar su propio árbol, es decir, implementar medidas específicas, compromisos ejemplarizantes para que la actividad de las artes cumpla con las leyes prácticas y concretas de la sostenibilidad.

Reutilizando materiales, reduciendo el consumo y reciclando en todas las fases creativas y de producción; disminuyendo el consumo de energía y por tanto la huella de carbono en todos los momentos, especialmente en los que el arte se encuentra con sus públicos: teatros, museos, cines, festivales…; haciendo que esos espacios sean lugares comprometidos y coherentes en la práctica con la defensa de la sostenibilidad; pueden liderar socialmente estos mensajes ante empresas e instituciones; pueden promover su propia certificación medioambiental específica para incorporar a ella a todos los procesos y organizaciones creativas y artísticas.

Hace unos meses, con ocasión del Foro Cultura & Empresa, este año dedicado a la sostenibilidad, numerosos artistas y representantes de organizaciones suscribieron un documento clave en este sentido. El manifiesto se llamaba ¡Claro que podemos hacer algo por la salud del planeta! Una contribución práctica del arte y la cultura a la sostenibilidad. Léanlo y hagámoslo nuestro, de cada uno, en la actividad cotidiana.

P.S.: El retorno del Yeti no quedará aquí. En su nombre les prometo que no tardará en aparecer en este blog una nueva entrada.

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